A Mónica Lavín
A medio bulevar,
Rigo patea unas zapatillas iluminadas por el alba.
–Órale Babas,
regálaselas a tu hermana; que se las ponga cuando me lleves a tu casa.
–Llévaselas a tu
madre, cabrón, para que ya no ande descalza.
–Ya cállense.
Eso es basura, como todas las mujeres –grita Max y azota la cerveza. Las
astillas espumosas vuelan.
Ellos agachan la
cabeza y guardan las manos en el bolsillo. Max mira las zapatillas. En la
mente, acaricia su imagen caminando sobre esos tacones carmesí.